martes 12 de mayo de 2009

Ensotanados gigantes (Vegas de Coria) 12 de febrero de 1983



Vegas de Coria (en la foto)

En un bar de la localidad, varias personas comentaban sobre los quiméricos incidentes anómalos acontecidos en la zona. Pablo Jiménez, dueño del bar y concejal del ayuntamiento de Nuñomoral, algo escéptico al principio, juraba por sus cuatro hijos la visión de la noche del día 12 cuando, en compañía de otras personas observó unos objetos luminosos que se dirigían hacia la atmósfera. Y contó el caso de los dos parapsicólogos venidos de Cáceres, a los que no les funcionaron sus máquinas fotográficas cuando intentaban captar aquellos enigmáticos objetos.

Otras personas relataron de cómo en el lugar de las apariciones, antiguamente, estuvo una cruz de ánimas; cómo en las inmediaciones, en la traída y llevada curva de la carretera de Arrolobos han ocurrido ya cuatro accidentes. Se hablaba, igualmente de los ruidos nocturnos que acontecían en tal pago, semejantes a piedras que rodaban pendiente abajo, sin llegar al río. El señor Florentino Segur puede dar cuenta de tales ruidos en los tiempos en los que se dedicaba al aguardo del jabalí. A colación salió el caso de un señor de Cambroncino que tuvo el valor de disparar, ya hace algunos años, sobre una monstruosa figura que se le interpuso. Al día siguiente moriría de forma extraña en su aldea. Y aquel otro caso de un señor de Casares de Las Hurdes, casado en La Pesga, residente actualmente en Barcelona que, al dirigirse al pueblo de su mujer, a la altura de Vegas de Coria, notó como una sombra se introducía en su vehículo, causándole terrible espanto. La sombra no desapareció hasta que traspuso el puente de La Pesga.

Heliodoro Segur Martín y Paco, un maestro de La Pesga, llegaron con el susto encaramado en sus espaldas. Habían visto, en la fatídica curva, las luces del misterio. El número de testigos se incrementaba…

Gigantes fantasmagóricos, luces y ruidos misteriosos, una cruz de ánimas, sombras que penetras en casas y automóviles, sustos de muerte… ¿Qué era todo aquello?

Caso Teresa Iglesia Rubio; localidad: Cambroncino; año: 1930



La abuela no había modificado ápice su inicial criterio. Lo que vio allá por el año 1930, seguía siendo cosa de poco fiar, más propia de Satanás y su gentuza que de la propia madre iglesia. La buena mujer no sabía de ovnis, ni falta que le hacía. Pero su relato encaja de perlas en lo que ya conocemos y venimos persiguiendo con tanto ardor como dudosa fortuna.

“Pues verá usted –confesó la anciana, al tiempo que aclaraba voz y recuerdos con un tiento de dulce y oloroso vino de pitarra-. Eran tiempos mozos, por el treinta si no recuerdo malamente. Volvíamos de Ahigal. Con servidora, en santa compaña, viajaban tres o cuatro vecinas. Pero no me pregunte nombres. Le podría cambiar fulanita por menganita. Y tampoco es eso, ¿no le parece?...

Total que por culpa del marrano que llevábamos amarrado por una pata se nos hizo noche por el puente del Casar de Palomero. Y al ganar una casona en ruinas se presentó la “lucina”, y con ella un ruido que nos dio la puntilla. Hasta el cerdo se puso incómodo… ¡Ay Dios, que espanto! Era como el foco de un camión y allí se quedó, en mitad del camino, digo yo que a vernos venir. Pero ya mi madre y otros buenos cristianos nos tenían advertidos sobre estas cosas de Satanás y su puñetera madre. Así que siguiendo los consejos, nos arrodillamos e imploramos misericordia a los cielos. Y dijimos a coro: “Que el señor me retire eso, que no quiero verlo.” Mano de santo, hijo. Nada más cantar la plegaria, la luz (que de seguro nos estaba escuchando) se hizo a un lado, volando hacia el arroyo. Y mucha rabia y disgusto debió causarle nuestro rezo, porque al punto, se volvió triste y se agitó”.

La tristeza y agitación de la luz, descrita por la venerable dama, debió obedecer a un fenómeno de descenso en la intensidad luminosa y alguna suerte de vibración, respectivamente.

El segundo caso también tenía su enjundia. El testigo: Juan Marco Martín; junio de 1921.

En el momento de la entrevista, Juan contaba ya con sus ochenta y siete años, bien caminados. Su testimonio reza así:

“Fue en la siega del centeno, en el mes de junio. Este viejo tenía entonces veinticinco abriles. Habíamos afanado unas tierras entre cuatro paisanos. Y todas las noches nos reuníamos en las fanegas para matar “el gusanillo”, es decir, para cazar al jabalí. Servidor se presentó el primero y esperé arrimado a la “tronconera” de una encina, con la escopeta de pistón terciada sobre el brazo izquierdo. Y en eso estaba, cuando entre el blanco y negro de la caída de la tarde, vi llegar una luz que se aposentó en lo alto de una charca. Y dije yo: “Ya lo hemos jodido. Un pescador…” ¿Cómo iba uno a soltar la pólvora con otro cristiano frente por frente? Pero la “lucina” se mudó de charca y voló hacia la orilla del río. Y me dije: ¡Ay hermano mío, que eso no es un pescador! Y, ni corto ni perezoso, me hice con cuatro o cinco piedras, dispuesto a espantarla. Tampoco era cuestión de perder el viaje por culpa de un “espanto”.

Pero, hombre de Dios, ¿desde cuándo se ahuyenta a los “espantos” a cantazos? Y cuando me disponía a lanzar la primera piedra sobre la charca, ¡bendito sea el nombre del Señor!... Juro por mis muertos que no era mi intención lastimar al “espanto”, solo trataba de meterle un poco de formalidad. Pero ya… La luz adivinó mis intenciones. Y nada más levantar el brazo, creció y creció. Y se hizo más alta que la torre del pueblo. Si le digo que aquella columna rondaba los cien metros, le digo poco. Era ancha y fondona por abajo y bien afilada por los cielos. Y todo a mí alrededor se esclareció. Podía ver el centeno, el río, la charca y los campos como si aquella mala hora fuera la del angelus. Y nada, al poco, en un silencio de velatorio, se fue haciendo chiquita y triste, hasta apagarse del todo. Allí se quedó el tío Juan, sentado con las piedras en la mano y rezando a los santos y difuntos que gozan de los merecimientos divinos.

Recé el responso contra los “espantos”:

-Soberano eterno Dios… (ininteligible)… la súplica votiva del bienaventurado San Antonio…tu confesor alegre…(ininteligible)…tu iglesia …(ininteligible)…para que siempre sea fortalecida con auxilios espirituales y merezca gozar en los prometimientos de nuestro Señor Jesucristo…en el nombre de nuestro Señor…Amén”.

Fuente: "La Quinta Columna"; J.J. Benítez